lunes, 10 de mayo de 2010

La Promesa

LA PROMESA


La milicia cumplían estrictamente las órdenes del Coronel Falcón: ¡Cagar bien a golpe.... a todo aquel que se resistiera a la autoridad!

Frente a la fábrica de jabón Vasena, estaban apiñados un centenar de obreros, que daban fuerte resistencia; lanzando piedras, palos y puteadas a los milicos, que montados a caballos ¡sacudían sablazos! a todo lomo y cabeza que se les cruzara.
Atrás de unos barriles –amontonados- estaban los cabecillas de la revuelta: tres o cuatro obreros enceguecidos por la bronca, y un par de jóvenes anarquistas del movimiento “Sin Yugo ni Patrón “. Encabezado por el Tano DiJovanni, que en un pésimo castellano incitaba a sus compañeros a no tener miedo y a resistir hasta las últimas consecuencias, y el otro era Libertario Gómez -el más violento-, lo apodaban el Tarta ¡por no poder gesticular palabra! sin que se le trabara la lengua. ¡Empujaba e incitaba! a los huelguistas, y enfrentando de cerca a la partida, ¡le tiraba con la gomera! bulones a los caballos de los milicos.
Como era de esperar ganó el poder, echaron a los revoltosos… a otros los molieron ¡bien a palos!, y al Tarta y al Tano un par de meses a la sombra, después una ¡patada en el traste y hacer quilombo en otro lado!

En un viaje en el Lacroze, Libertario conoció a Natalia, una obrerita textil encargada de unir los carreteles en los telares. De una silueta armoniosa y con una mirada dulce que se escapaba de sus ojos ¡únicos! Libertario apenas se ¡percató que eran de distinto color!: uno verde y el otro marrón. Sus allegados la llamaban ¡La Zarquita! Una amiga le contó que para que te pueda hablar un ¡tartamudo! le tenía que tapar las orejas con las manos, y…así lo hizo Natalia…y Libertario pudo expresar su amor y charlar cada vez que se encontraban. Se enamoraron locamente, alquilaron un cuarto en una pensión por la calle Perú. Con el sueldo de ella comían y pagaban el alquiler. Libertario por sus antecedentes no conseguía trabajo permanente. Pero se daban pequeños gustos: de salir los fines de semanas a pasear en tranvía y comer un pucherito con vino tinto. Otras veces aparecían por el cinematógrafo de la calle Suipacha donde ¡veían una y otra vez! la misma película de amor. Y fue una de ella, la que les dejó sin querer un ¡mensaje! ¡Quizás una alternativa! La miraron desde el principio al fin por primera vez, y en la segunda…al encargado de la proyección se le trabó el celuloide justo cuando la pareja pasaban su mejor momento ¡con un teatral beso!; más de quince minutos tardaron en poner en marcha el proyector, se levantaron sin ver ¡el triste final, que ya conocían! y se fueron impresionados por ese ¡beso eterno!
No era extraño que terminaran en un bodegón del Paseo Colón bailando tangos y milongas.
Nunca pagaban la consumición, los parroquianos los invitaban con la comida y los convidaban con vino. Era un placer verlos bailar: por los movimientos ondulantes de la cadera de Natalia, la desnudes de sus piernas, y por su fatiga arrítmica que hacia subir y bajar sus pronunciados pechos. Mientras que Libertario la empujaba, ella ¡subía! su torneada pierna sobre el cuerpo de él, como diciendo:
¡Acá la tenés!... ¡pero hoy no! …Haciendo transpirar a más de uno. Con un aplauso y brindis terminaban la velada.
Todos los días al yugo, y los fines de semana ¡meta milonga!
Las noches en que Libertario no aparecía a cenar, Natalia ya sabía que ¡seguro! estaría apoyando a una huelga, pintando carteles o fabricando ¡miguelitos con clavos! No pegaba un ojo hasta que escuchaba sus pasos. Más de una vez tuvo que llevarle milanesas y huevos duros a la camisería. Eso si, con miseria o sin ella siempre comían ¡de garrón! en los bailes donde sus fama llegaba.

Se amaban más de lo que pensaban…¡intuían! que la lucha, las injusticias, el hambre, la miseria, la cárcel misma, iba a terminar gastando y finalmente ¡destruyendo su pasión!...¡su gran amor!
Al mirarse a los ojos, ambos ¡se decían sin pronunciar! palabra alguna: ¡el triste final de la pareja con el tiempo! ¿Cómo guardar? para ¡la eternidad! los momentos de inconmensurable felicidad que poseían…¡En el hoy!, en este presente. ¿Cómo evitar la pérdida irrecuperable del amor?... ¡Cómo hacer para que ese amor sea eterno! Sabían la respuesta, no la hablaban. Solo existía una forma de ¡eternizar el presente!: Se hicieron ¡La Promesa! y sellaron el pacto con un beso.

En el último día del año, después de cenar juntos irían a una fonda del riachuelo a bailar toda la noche. Y antes del amanecer, Libertario se encargaría de ejecutar el pacto.
Natalia lentamente se deshizo de su ropa, libros, las ollas y cobijas. A la ¡gata y al cardenal! se los dejó a la dueña de la pensión.
Festejaron la navidad con amigos, el 31 desde la mañana Natalia se vistió con sus mejores pilchas y botines. No estuvo en contacto con Libertario en todo el día. Como habían arreglado en La Boca a las 10. Las 10, las 11... las Dos...las Tres…¡Libertario no apareció! Natalia retornó defraudada y muy dolorida a su pensión, no entendía nada, no podía creer que el hombre ¡de su vida la había traicionado! Recorrió las camiserías como de costumbre…¡nadie sabía! del destino de Libertario.

Nunca más tuvo un hombre en su vida. Con los años se la veía vendiendo claveles y rosas en los bares de la calle Corrientes, en la salida de los boliches del Paseo Colón o en La Boca.
En los cincuenta atendía un puestito de flores por la Av. Mendoza, frente al riachuelo.

Una tarde de invierno con una llovizna que hacia resaltar los contornos de los barcos y el brillo de los adoquines. Vio acercarse a un hombre de rostro marcado por profundas arrugas, que ¡delataban su triste vida!

___Perdón, me permite ___¿Usted es la señora Natalia?___ Dijo mientras se acomodaba a su lado.

Ella asentó con su cabeza y le hizo un gesto con la mirada invitándolo a hablar.

___Soy Gerónimo Rivera, el compañero de lucha revolucionaria....de Libertario Gómez.

___¿De Libertario...de Libertario...de Libertario Gómez...?__Dijo ella, como sacando
del fondo de su memoria a ¡ese nombre! que fue tan importante en su juventud.
El viejo idealista continúo:

___Libertario siempre me hablaba de Usted en la cárcel. Y era lo único, ¡ le aseguro! que le daba felicidad, y más de una noche de insoportable frío ¡gritaba su nombre! para apalear el sufrimiento.

Natalia empezaba a aumentar sus bocanadas de aire.

___ Nosotros apoyábamos a los compañeros obreros del frigorífico La Negra. Vino la partida y nos levantó. Nos engrillaron y fuimos a parar a la cárcel de Las Heras, dos meses o tres a oscura en el solitario.___Hizo una pausa por emoción o bronca, continuó:

___Después en la bodega de un barco nos llevaron al penal de Ushuaia, y allí tuvimos juntos ¡por más de cinco años!___
___Finalmente nos liberaron y conseguimos trabajo en una estancia de Río Gallego.__

La mujer continuaba con su mirada clavada en los ojos de esa persona que le hablaba de su ¡único amor en la vida!: ¡Libertario!

__Apoyamos con firmeza los reclamos de nuestros compañeros peones de estancias y estibadores de la lana. La lucha fue dura. Nos mandaron… el ejército y ¡el hijo de pu...perra! de Varela nos ca...¡sacudió! a tiros.___ Continuaba Gerónimo mientras movía la cabeza en señal de impotencia.

___Yo pude ¡rajar para Chile!, pero...a Libertario...lo agarraron...y junto a más de cuatrocientos peones...¡Peones revolucionarios!

Una eterna pausa, y las peores palabras en su vida escucharía Natalia.

___Los fusilaron en La Juanita__ En una fosa común está Libertario.___Murió....
como mueren los revolucionarios, Señora mía____ ¡Siempre envidié su muerte!

Natalia se levantó con su canasto de flores, cruzó la avenida, y se sentó a lado de un acopio de arena -que una chata arenera la había bajado el día anterior. Miraba las manchas de petróleo del riachuelo, que con el movimiento del agua reflejaban múltiples colores, como si ¡barajaran viejas fotos de su vida!
Sus lágrimas se contenían en sus ojos…hasta que corrían por sus mejillas. Con sus manos juntó un montículo de arena y ¡fue clavando sus flores! con esmerada prolijidad. Indicando quizás… el lugar de la frustrada cita o ¿quizás?... tratando de llegar a la tumba, de su único amor en la soledad de la Patagonia.
La cubrió la noche y retornó a su puesto de flores donde la esperaba Gerónimo, que al verla le quiso alcanzarle unas monedas, por la venta de unos ramos. Ella apretó las viejas manos de ese idealista ¡el último anarquista! que quedaba todavía con vida:

___Gracias...Gracias...___Dijo mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de ¡gratitud!
Caminó un par de metros, y se dio vuelta:

____¡Gerónimo!...le dejo...el ...puestito…¡qué mejor que un anarquista...Que ...entregue rosas y claveles...!___Dijo mientras lo saludaba ¡con un brazo en alto y puño cerrado!

Nunca se la volvió a ver. Algunos dicen que se fue con una hermana, y otros dicen que murió en un asilo municipal.


Pasaron los años, Buenos Aires había cambiado ¡los turista la invadieron! Principalmente los que venían a aprender a ¡bailar tango! Los viejos barrios se llenaron de academias.
En la calle Perú en una centenaria casa estaba la del maestro del ¡dos por cuatro!: Don Eusebio ¡Un bailarín de la vieja escuela!, que con sus huesos y articulaciones gastadas daba clases aún; mientras que sus mejores alumnos enseñaban los primeros pasos.

Una mañana golpearon el llamador de bronce de la academia; Don Eusebio bajó ¡seguro que era un turista! interesado en sus clases. Abrió la puerta dintel.
Una joven menuda de no más de veinte años, con una corta minifalda de jean, ¡hacia un esfuerzo! para hacerse entender:

____ Queque...qui...ero aaapren....der a bailaar ¡tan!¡tan....go!

Don Eusebio se sorprendió y la invitó a subir mientras le preguntaba su nombre:

___Liberrrtad___ Dijo la nueva alumna.

La presentó a sus viejos alumnos:

__Se llama ¡Libertad!...y desde hoy nos acompañará___ Dijo mientras miraba a las parejas.

___El japonés no, el alemán tampoco... ¡haber vos...Natalio!, empezó a enseñarle a mover ¡las tabas! a Libertad___ Dijo el maestro y lo llamó con la mano.

Se miraron a los ojos mientras sonreían, la tomó de la mano, y en dos o tres tangos la llevaba con tanta comodidad ¡que pintaban! como una buena pareja de bailarines. Esa noche Natalio la acompañó a su pensión. Sabia lo difícil que era para ella comunicarse -no le hacía preguntas. Cuando ella quiso despedirse él ¡le cubrió sus oídos con sus manos! y ella gesticuló perfectamente un:”Gracias por acompañarme”. Libertad al mirarlo se percató por primera vez que Natalio tenía ¡los ojos de distinto color!

El sábado siguiente en la academia, Libertad y Natalio mejoraron rápidamente sus pasos y su comunicación. Él le tapaba con sus manos los oídos, y ella hablaba sin parar; Natalio… ¡realmente nunca supo de dónde sacó esa técnica!
Con el tiempo, Libertad le contó que ella era miembro de un partido de izquierda, que se encargaba de ¡escrachar públicamente! a los represores. Que la conocían por Gomerita, no por su apellido Gómez sino por la ¡gomera! con la que le sacudía bulonazos a los milicos.
No era de extrañar que se estuvieran enamorando.
Formaron una pareja de tango y después se fueron a vivir juntos a la pensión de la calle Perú.

Los sábados y domingos bailaban tango para los turistas en Plaza Dorrego. Compraban todas las pilchas que encontraban de la época y salían de la pensión vestidos: Ella con su ropa de canchengue que dejaba ver sus hermosas piernas, sus medias caladas, botines de taco… y él con su saco de compadrito de ribetes negros, pañuelo al cuello, sombrero a lo Gardel y botín enterizo de taquito. No estaban empilchados de la época ¡Ellos eran de la época!
Sus movimientos no tenían igual. Los turistas recompensaban el espectáculo con billetes, y Libertad se encargaba de ¡pasar la gorra!
Habían nacidos ¡uno para el otro! Ya no usaban otra ropa, desde la tarde hasta el día siguiente ¡empilchados de tango! Los turistas le sacaban fotos y ellos ¡fingían una pose… y se mataban de risa!
En las milongas, bares y cantinas mostraban con orgullos su cartel de espectáculos:
”HOY LIBERTAD y NATALIO”.
Ganaban como para que en poco tiempo podrían comprar un departamento, pero no demostraban interés por el futuro.
Sabían que vivían el presente ¡enamorados y felices!, y ni siquiera el tiempo con sus aliados: las enfermedades y la vejes se los iba ¡a arrebatar!

Alguien preguntó por Libertad en la pensión. Ella lo saludó:

___¡Hooola, Jeremmias!__ ¿Nooo me diiiigas que meme traes flo flores?

Jeremías -el Zurdito- le respondió:

___ ¡Sí! dentro del ramo ¡está lo que me encargaste!

___¿Sabes usarlo? __¡Me imagino…No!

___¡Siiii, aaannda tranqui! ___¡Beeesos…Chau!___ Despidió Libertad a su compañero.

El destino de ambos estaba marcado, sabían que todo ¡estaba escrito desde un comienzo! desde el principio de los tiempos.

Festejaron la navidad solos. El 31 se pusieron la mejor de sus pilchas tangueras, y desde la tarde pasaban a saludar a los dueños de los boliches donde habitualmente bailaban; un par de piezas, dos o tres copas y continuaban hasta el próximo. Así lentamente se ¡acercaban a La Boca! donde finalmente esperarían el año nuevo.
La noche era calurosa y ¡las copas se sumaron una tras otras! No pararon de bailar todo el día.
El silbato y la sirena de los barcos anunciaron el nuevo año. En la cantina, Libertad y Natalio continuaron bailando con ¡frenesí! El efecto del champán no impedía que sus movimientos fueran únicos, y ¡en ningún momento dejaron de mirarse a los ojos!
Se sentaron frente a la galería de viejas fotos, que suelen tener ¡los boliches de antaño!, miraban esos rostros del pasado, como si los ¡hubieran conocidos! personalmente…todos ...absolutamente todos...¡ya habían desaparecidos! El tiempo los fue envejeciendo y lentamente ¡se los llevó!
Estaban felices por que ambos pasarían a la ¡eternidad! llevando el momento ¡más feliz de sus vidas! y llenos de juventud.
Natalio le pidió a la orquesta que le tocaran tres tangos bien canchengues y que comenzaran por El Choclo. Tomó a Libertad de la cintura y entre cortes y quebradas entrelazaban sus pasos con tanta poesía ¡como pretendiendo agregarle estrofas! a la letra.
Lentamente sus pasos los llevaron a la vereda…¡Cruzaron! la avenida bailando.
Finalmente, ambos eran una ¡sola! silueta de dos amantes, que se enmarcaban delante del oxidado transbordador. Un sublime beso...Libertad ¡desplazó sutilmente! su mano al bolsillo…
Sonaron dos disparos. ¡Juraría que fue uno solo! Natalio dobló despacio sus rodillas, y fue llevando lentamente a Libertad, hasta que la ¡acostó! sobre su cuerpo. ¡Todavía se besaban cuando sus cuerpos lentamente se enfriaban! Algunos petardos y cañitas voladoras disimularon el fatal desenlace.
Un auto con jóvenes alcoholizados pasó y gritó:

¡Heee Che!__ ¡Dale Negro!___ ¡Feliz Año Nuevo!, mientras que a la par les ¡tocaban bocinazos!

Una mancha de sangre se mezcló debajo de la pareja, y ¡corrió! buscando los desniveles del asfalto y de las juntas de los adoquines. Dibujaba…¡amorfas figuras! ¿Quizás eran letras? o ¡tal vez palabras!...Como queriendo explicar: ¡Los insondables misterios de una Promesa de Amor!


LEON BOUVIER